En una isla que brilló por su producción azucarera, la escasez actual de azúcar, ha llevado a que la población cubana use los refrescos instantáneos, los de «polvito», como endulzante en medio de la crisis.

En Cuba, la escasez de azúcar ha llevado a las familias a recurrir a soluciones inusuales para endulzar sus alimentos, como el uso de refrescos en polvo.

Este fenómeno, aunque sorprendente, no es nuevo en un país donde la caña de azúcar alguna vez fue un pilar económico.

Sin embargo, la decadencia de la industria azucarera ha dejado a la isla con una producción insuficiente, obligando a la importación de azúcar, cuyas cantidades han disminuido progresivamente en las últimas décadas.

«En entrevista anónima con un doctor de la provincia de Guantánamo, se pudo constatar que en sus consultas existe un incremento de los casos con sintomatologías gastrointestinales, agravadas por el consumo de refrescos y la escasez de fármacos», notificaron desde el Programa de Monitoreo Alimentario (Food Monitor Program).

Crisis del azúcar en Cuba, respuestas desesperadas: uso de refresco como endulzante 

La situación actual no es solo una paradoja que refleja la caída de una industria otrora próspera, sino también una respuesta desesperada ante una crisis prolongada.

Según el Food Monitor Program, se han registrado casos previos de sustitutos poco convencionales, como el uso de jarabes médicos para endulzar bebidas. Sin embargo, el uso de refrescos en polvo se ha popularizado debido a su accesibilidad y bajo costo, lo que los convierte en una alternativa ante la falta de azúcar.

A esto se suman otros factores que impulsan el consumo de estos productos, como la facilidad con que se pueden adquirir en el mercado y los constantes retrasos en la distribución de azúcar subsidiada a través de la canasta básica.

Aunque estos refrescos no son el sustituto ideal, se han vuelto una opción práctica en una economía de subsistencia, donde los productos básicos son escasos y costosos.

El uso de refrescos en polvo como edulcorante es un reflejo claro de cómo la necesidad puede llevar a la innovación en un contexto de escasez. En una economía donde el azúcar se ha convertido en un lujo, estos productos ofrecen una solución accesible, aunque lejos de ser la más adecuada, pues provocan daños a la salud.