Grupo pesquero en Camagüey: muchas palabras y pocos resultados

En Camagüey se reunió el Grupo Empresarial de la Industria Pesquera (GEIP) para “evaluar” su desempeño. La cita terminó, como tantas otras, en un rosario de diagnósticos repetidos: derroche, bajos rendimientos, planes incumplidos y la necesidad de “buscar alternativas”. Pero, más allá de los discursos, lo que persiste es la realidad: el pescado casi no aparece en la mesa cubana y los trabajadores del sector apenas sienten mejoras en su salario.

La Resolución 87 y la promesa de mejores ingresos

Ereni Beltrán, vicepresidenta del organismo, habló de aplicar la Resolución 87 para mejorar los ingresos de los obreros. Sin embargo, nadie explicó cómo hacerlo en un contexto donde los costos se disparan y las capturas siguen por debajo de lo previsto. ¿Cómo se van a pagar mejores salarios si la producción no despega y los mercados internos apenas reciben pescado?

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El discurso parece más un deseo que un plan concreto. Mientras tanto, los consumidores enfrentan precios inalcanzables y escasez de productos básicos como el pescado de escama, que durante décadas fue parte de la dieta popular.

Exportaciones primero, consumo interno después

EPISUR y PescaCam destacaron sus avances en la captura de langosta y cobo, especies de exportación con alto valor en el mercado internacional. El camarón marino, en cambio, va en picada. Se habló de exportar más y vincularse con nuevas formas de gestión económica. Pero otra vez se repite el viejo dilema: ¿por qué se prioriza el envío al extranjero mientras el cubano promedio apenas puede comprar una tilapia en el mercado interno?

Incluso la propia directora de Industria, Iris Quiñones Rojas, reconoció que no se logra una mayor presencia de productos en las tiendas en divisas. Ni siquiera ahí, donde los precios en pesos cubanos resultan prohibitivos, se garantiza un suministro estable.

Precios absurdos y derroche en la base

En el encuentro se mencionó el caso de las larvas y alevines, que se venden a precios tan bajos que conspiran contra el equilibrio económico de las entidades. Este detalle refleja una contradicción enorme: mientras el Estado pierde recursos con precios mal diseñados, los consumidores enfrentan tarifas desorbitadas cuando finalmente un producto llega al mostrador.

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También se habló de “evitar el derroche” y aprovechar las capacidades instaladas. Pero el problema de fondo no es solo organizativo: es estructural. Equipos viejos, falta de combustible, sistemas de refrigeración colapsados y una cadena de distribución ineficiente que hace que lo poco que se pesca no llegue a donde hace falta.

Energía, viviendas y otras promesas

El consejo de dirección pidió impulsar las energías renovables y destinar financiamiento al mejoramiento habitacional de los trabajadores. Pero en la práctica, lo que viven muchos empleados del sector es otra cosa: bajos ingresos, viviendas deterioradas y escasa motivación. No basta con “revaluar estrategias” en un salón climatizado; se necesitan inversiones reales y decisiones que prioricen a la gente antes que las estadísticas.

Conclusión: la pesca como espejo de la economía cubana

El encuentro en Camagüey es un ejemplo más de cómo funcionan muchos sectores estatales en Cuba: diagnósticos correctos, discursos esperanzadores y, al final, muy pocos cambios. La pesca, que alguna vez fue orgullo nacional, hoy se limita a cifras discretas, exportaciones selectivas y una ausencia notoria en el mercado interno.

El problema no es solo de eficiencia empresarial, sino de prioridades. Mientras el cubano de a pie no vea pescado en su mesa a un precio asequible, todo lo demás seguirá sonando a retórica.

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