La reciente emisión del programa Cuadrando la Caja dejó al descubierto un punto que, hasta ahora, no había sido expresado con tanta claridad por las autoridades monetarias. El Banco Central reconoció que el país no cuenta con las reservas necesarias para defender una tasa de cambio fija, una afirmación que marca un giro importante en la visión oficial sobre la política cambiaria.
Aunque el tema se abordó en un tono técnico, las declaraciones permiten comprender por qué el Gobierno ha decidido avanzar hacia un sistema distinto al utilizado en etapas anteriores, cuando se intentó mantener valores estáticos para el dólar.
Un reconocimiento de peso en el escenario actual
Ian Pedro Carbonell, director de Políticas Macroeconómicas del Banco Central de Cuba, explicó que sostener un tipo de cambio fijo exige disponer de reservas internacionales capaces de intervenir constantemente en el mercado. Añadió que esta posibilidad dejó de existir, y que tratar de defender artificialmente el valor del peso sería insostenible en una economía que enfrenta restricciones severas.
Carbonell argumentó que operar bajo un esquema rígido requiere inyectar divisas de forma continua para mantener el precio oficial. Sin ese respaldo, el sistema financiero queda expuesto a movimientos externos, especulación y presiones que terminan reflejándose en la vida cotidiana de la población.
El rumbo hacia un modelo más flexible
Durante el análisis, las autoridades señalaron que el país avanzará hacia un mercado cambiario donde el valor del dólar se determine a partir de operaciones reales realizadas en instituciones bancarias. Esto significa que la tasa dejará de ser un número fijado administrativamente y empezará a depender del comportamiento de quienes compren y vendan divisas dentro del sistema formal.
El Banco Central espera que ese mecanismo permita registrar transacciones verificables y generar una referencia transparente. El objetivo es desplazar gradualmente la influencia del mercado informal, que hoy actúa como guía principal en la fijación de precios.
Un cambio que responde a varias tensiones internas
Ayuban Gutiérrez, vicepresidente primero de la ANEC, destacó que la falta de un mercado cambiario funcional ha obligado a empresas estatales y privadas a operar fuera de los canales legales. Esto ha afectado su contabilidad, la recaudación fiscal y la capacidad del Estado para evaluar correctamente los costos productivos.
Gutiérrez añadió que la volatilidad del dólar informal genera distorsiones que terminan trasladándose a los precios finales. Esa dinámica complica cualquier intento de estabilización, incluso para sectores que dependen de insumos importados.
Las mipymes alertan sobre limitaciones concretas
El empresario Carlos Miguel Pérez expuso que la fluctuación diaria del dólar ha impedido cerrar contratos a largo plazo y ha obligado a inflar precios como mecanismo de protección. Señaló que muchos exportadores no se sienten motivados a operar bajo la tasa oficial de 120, porque esta no refleja el entorno real en que se mueven los costos.
Su intervención reforzó la idea de que el nuevo sistema deberá ofrecer un escenario más predecible para quienes producen bienes y servicios, especialmente aquellos que compran insumos en el exterior.
Una transición que apenas comienza
El Banco Central no anunció fechas exactas, pero confirmó que el esquema será gradual. Primero se permitirán operaciones de compra y venta en bancos, y posteriormente se introducirán medidas fiscales y monetarias para acompañar la estabilización.
El mensaje principal fue directo: sin reservas suficientes, resulta imposible sostener una tasa fija. Por ello, el país se prepara para un modelo donde el mercado oficial recupere su papel y ofrezca una referencia que pueda competir con la informalidad que domina hoy el panorama económico.
