El helado crema de Bayamo fue durante décadas un símbolo de la vida cotidiana en Granma. Un sabor que reunía familias y marcaba celebraciones. Hoy, más que tradición, se ha convertido en un lujo para la mayoría de los cubanos.
María, madre de tres hijos, lo resume con una frase que comparten miles de familias: “Hoy, con los precios elevados, una evidente pérdida en la calidad del producto e inconstancia productiva, esta experiencia se ha tornado en un lujo reservado para días de celebración”, confesó al diario Granma.
Producción en crisis y plantas paralizadas
La empresa Granlac apenas mantiene tres bases productivas activas en la provincia, aunque la planta principal de Bayamo lleva cuatro años sin funcionar. Averías, falta de mantenimiento y el altísimo consumo energético dejaron en ruinas la instalación que fue orgullo de la ciudad.
El resultado es una producción que se reduce a 700 galones diarios, cuando antes llegaba a entre 7 000 y 9 000. La caída es tan abrupta que en heladerías icónicas, como Tropicrema en el bulevar bayamés, un envío de apenas diez tinas dura dos horas y luego las puertas quedan cerradas.
Dependencia de mipymes y sector privado
Ante la incapacidad estatal, la única salida ha sido entregar el mercado al sector privado. Mipymes y trabajadores por cuenta propia importan materias primas, aportan envases y financian insumos. El Estado se limita a poner el nombre y cobrar un margen de entre 20 y 30 %.
Bajo esta lógica han surgido alianzas como la marca Helados Cremas Manin, que intenta rescatar los sabores clásicos con leche y estabilizadores importados. Sin embargo, la mayoría de las mipymes priorizan la venta a cafeterías privadas y negocios turísticos, donde el precio es más rentable.
Heladerías estatales en manos privadas
La falta de suministro ha obligado a que muchas heladerías estatales se abastezcan exclusivamente de mipymes. En La Habana y Bayamo, los directores de unidades de gastronomía reconocen que ya no dependen de la industria láctea, sino de proveedores particulares.
El problema es que este modelo encarece el producto: una bola cuesta entre 65 y 75 pesos, mientras que en heladerías gestionadas con helado privado los precios superan los 150 y hasta los 200 pesos. Una tina ronda los 1 500 pesos, inaccesible para una familia que vive con un salario medio de 6 500 pesos mensuales.
Calidad bajo cuestionamiento
Aunque algunas mipymes logran importar bases industriales de buena calidad, en otros casos la textura del helado se resiente por falta de frío o por transportes improvisados en triciclos y autos particulares. El consumidor termina pagando caro por un producto muchas veces granizado o derretido.
La pérdida de la uniformidad en la oferta ha generado quejas frecuentes. Hay quienes consideran que el helado vendido hoy bajo la etiqueta estatal no tiene nada que ver con el sabor que recuerdan, y que las alianzas actuales solo maquillan la incapacidad de la empresa pública.
Futuro incierto
Los precios del helado se han convertido en un termómetro del deterioro económico: el postre popular ahora refleja la escasez de leche, los apagones que impiden conservarlo y la ausencia de inversión estatal en la industria.
La paradoja es evidente: mientras las mipymes sostienen con esfuerzo un mercado que antes era monopolio estatal, las familias cubanas solo pueden acceder de forma esporádica a un producto que durante décadas estuvo al alcance de todos.
Lo que antes era un símbolo de identidad y alegría, hoy es un recordatorio de la crisis que ha congelado a una tradición.