¿Por qué Cuba esperó a que la epidemia se desbordara para actuar?

Durante semanas, la realidad en los hospitales cubanos ha sido alarmante. Cientos de personas con fiebre, dolores intensos y síntomas similares al dengue esperan horas para ser atendidas, mientras los médicos enfrentan la escasez de medicamentos y la saturación de salas.

Sin embargo, solo ahora, cuando la situación amenaza con volverse incontrolable en todo el país, el Gobierno anuncia que enfrentará la epidemia “como mismo se hizo con la COVID-19”. La pregunta que muchos se hacen es por qué se permitió llegar tan lejos antes de tomar medidas de emergencia.

El martes, desde el Palacio de la Revolución, el presidente Miguel Díaz-Canel convocó a reuniones semanales con expertos y científicos para analizar la expansión de los Síndromes Febriles Inespecíficos, provocados por virus transmitidos por mosquitos. Según el Ministerio de Salud Pública, más de 21 mil 600 personas han sido diagnosticadas con Chikungunya en 14 provincias y 93 municipios. Mientras tanto, los casos de dengue se extienden por todo el territorio nacional, incluyendo los 15 municipios de La Habana.

Una crisis anunciada

El propio doctor José Raúl de Armas Fernández, jefe del Departamento de Enfermedades Transmisibles, reconoció que el 2025 ha sido un año epidémico y que el brote creció en 68 municipios. La mayor concentración de casos se reporta en Matanzas, La Habana, Cienfuegos, Artemisa, Camagüey y Villa Clara, donde se localiza el 98,5 por ciento de los enfermos.

El problema es que estas cifras no surgieron de repente. Desde mediados de año, médicos y vecinos alertaban sobre la proliferación de mosquitos, la falta de fumigación y el desabastecimiento de medicamentos. Pero la respuesta fue tardía, fragmentada y sin recursos suficientes. Hoy, la situación que se vive en los hospitales es consecuencia directa de esa inacción.

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Los mismos errores de siempre

En palabras de la doctora Yagen Pomares Pérez, directora de Atención Primaria de Salud, el objetivo actual es “lograr el ingreso de todos los pacientes con síndrome febril”. Sin embargo, muchos cubanos denuncian que no hay camas, ni medios, ni medicamentos para hospitalizarlos. El ingreso domiciliario, propuesto como alternativa, se enfrenta a la falta de seguimiento. Además, la indisciplina social derivada del cansancio y la falta de confianza en el sistema sanitario complica la situación.

Durante la pandemia de COVID-19, el país movilizó todos sus recursos para contener la propagación. Hoy, frente a otra emergencia sanitaria, la respuesta parece más lenta, menos organizada y con un personal agotado por la precariedad cotidiana.

Fumigación limitada y falta de control

La doctora Madelaine Rivera Sánchez, directora nacional de Vigilancia y Lucha Antivectorial, admitió que la fumigación no ha llegado a todos los lugares. Muchos equipos han quedado “en el piso” por falta de mantenimiento o personal. Aunque se dispone de insecticida y combustible, no se logran los resultados esperados. Esto se debe al déficit de fuerzas y a la débil coordinación local.

En barrios de Matanzas y Santiago de Cuba, la población se queja de que los mosquitos abundan más que nunca y las brigadas apenas pasan una vez al mes. El vector se multiplica, el virus se propaga y los hospitales colapsan bajo una carga que pudo evitarse con una planificación más temprana.

Un llamado tardío a la comunidad científica

Díaz-Canel asegura que “vamos a trabajar esta epidemia como mismo se trabajó la COVID-19”. Pero la diferencia es clara: entonces se actuó con urgencia, se aplicaron protocolos inmediatos y se movilizó la ciencia desde el primer día. Ahora, el Gobierno convoca a los expertos cuando el país ya registra decenas de miles de enfermos. Además, no hay medicamentos esenciales y los hospitales están al borde del colapso.

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Los especialistas advierten que controlar al mosquito Aedes aegypti requerirá más que discursos: hará falta disciplina, recursos y un cambio real en la gestión sanitaria. Mientras tanto, los cubanos siguen preguntándose por qué hubo que esperar tanto para reconocer la gravedad de la situación.

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