“Las cuentas nunca dan”: la vida diaria en Cuba atrapada en el MLC y el USD

¿Quién tiene acceso al MLC y el USD en Cuba? La pregunta que divide a los cubanos y que sacude las redes. ¿Las tiendas no eran algo temporal? La escena se repite a diario en La Habana y en toda Cuba: basta con abrir el perfil en redes sociales de cualquier tienda física o recorrer los catálogos de las tiendas en línea para descubrir un escaparate que parece inalcanzable. Así exponía en redes una influencer cubana la situación de ella y millones en la isla.

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Todo está ahí, desde lo imprescindible hasta lo más sofisticado. Sin embargo, para el ciudadano común la vitrina es solo un espejismo, porque casi todo se comercializa en dólares o en moneda libremente convertible (MLC). Esa barrera convierte la vida cotidiana en una carrera cuesta arriba.

Cuando el gobierno anunció la apertura de las tiendas en MLC, la promesa era que los productos de primera necesidad seguirían disponibles en pesos cubanos. Se dijo que esos espacios servirían únicamente para captar divisas y que allí se venderían solo equipos de media y alta gama.

Pero con el paso del tiempo la realidad desmintió el discurso oficial. Lo que comenzó como una excepción se convirtió en norma: alimentos, artículos básicos e incluso productos infantiles migraron al mercado dolarizado.

USD o MLC: las siglas que mandan en la vida en Cuba

El impacto sobre las familias ha sido devastador. Muchos perdieron los ahorros en CUC cuando desapareció la moneda sin un proceso claro de compensación.

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La tasa de cambio oficial, siempre alejada del valor real en la calle, provocó que miles de hogares vieran cómo su poder adquisitivo se evaporaba. Hoy, mientras el dólar se cotiza en más de 400 pesos cubanos en el mercado informal, los salarios permanecen prácticamente estáticos, anclados en una moneda debilitada y sin respaldo.

En ese contexto, la tienda de 1ra y 70 se convirtió en un símbolo del descontento popular: un espacio donde la desigualdad se volvió visible. Allí muchos comenzaron a preguntarse cómo lo necesario podía depender de una divisa a la que la mayoría no tiene acceso.

El tiempo confirmó que esa indignación no era aislada. La dolarización se instaló como un hecho silencioso, sin decretos ni anuncios, pero presente en cada esquina.

Hoy la vida en Cuba se mide en dólares, mientras los ingresos en pesos cubanos pierden valor aceleradamente. La pregunta inevitable sigue en el aire: ¿quién dará las soluciones y cuándo llegará la justicia económica para el ciudadano común?

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