En Cuba será posible importar combustible de manera directa por parte de los inversores en plena crisis eléctrica

El Gobierno cubano anunció nuevas facilidades para atraer inversión extranjera y lo hizo en un momento especialmente delicado para el país.

La presentación incluyó medidas de carácter general, pero una de ellas sobresalió por lo que implica: permitir que los inversionistas importen combustible de forma directa. El dato quedó mencionado sin estridencias, aunque supone un giro notable en la política energética.

La decisión llega mientras la isla atraviesa apagones que superan las veinte horas diarias en provincias enteras. Incluso con los bloques termoeléctricos operativos, el déficit de generación se mantiene alto. La población vive entre cortes prolongados, fallos en el bombeo de agua y un malestar social creciente. Ese escenario explica por qué el anuncio sobre el combustible genera tantas preguntas.

Un país que ya no puede garantizar su propia energía

Cuba enfrenta desde hace años un deterioro profundo en su matriz energética. La generación depende de plantas envejecidas, averías constantes, falta de mantenimiento y un suministro de crudo cada vez más incierto. Las autoridades han reconocido que no siempre hay dinero para adquirir fuel oil ni diésel en el mercado internacional.

Esa incapacidad quedó expuesta de forma aún más clara este verano, cuando el propio Gobierno aceptó que las reservas de combustible estaban en mínimos. La permisividad para que empresas foráneas importen su propio diésel sugiere que el Estado cubano ya no puede abastecer ni a los proyectos que pretende atraer.

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El factor Venezuela y la presión externa

La coyuntura se complica por el incierto futuro de los envíos venezolanos. Caracas ha sido el proveedor clave para mantener viva parte de la generación eléctrica cubana. Sin embargo, la situación política del Gobierno de Venezuela se volvió más frágil con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca. El republicano ha prometido revisar acuerdos, endurecer sanciones y presionar a Nicolás Maduro.

En ese contexto, Cuba no tiene certeza sobre la estabilidad de los suministros provenientes de PDVSA. La alternativa sería comprar combustible en el mercado internacional, pero eso exige recursos financieros que ahora mismo el país no posee. De ahí que la importación directa por parte de inversores aparezca como una solución desesperada para sostener determinadas operaciones económicas.

¿Un estímulo a la inversión o una señal de colapso?

El anuncio se presentó como una oportunidad para atraer capital extranjero. Aun así, la medida deja entrever una situación estructural: Cuba reconoce que no puede garantizar el combustible necesario para su industria, y menos para nuevos proyectos.

Para los posibles inversores, la posibilidad de importar diésel o gasolina podría funcionar como un alivio logístico. Pero también refleja la precariedad del sistema. En un país donde el costo del combustible condiciona desde la generación eléctrica hasta la movilidad, depender del propio inversor para asegurar abastecimiento puede interpretarse como un síntoma de quiebra energética.

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Un país que mira hacia afuera porque ya no puede sostenerse

La pregunta que queda es si estas flexibilizaciones atraerán a empresas dispuestas a asumir riesgos en un país con apagones extremos, deudas acumuladas y cambios regulatorios constantes. El Gobierno cubano promete mayor autonomía, trámites más rápidos y operaciones en divisas, pero el combustible es la base de todo.

Si Cuba ya no puede garantizarlo, la inversión extranjera deberá evaluar si estas medidas representan una oportunidad o un aviso de hasta dónde llega la crisis.

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