Sacar dinero de un cajero automático es una acción cotidiana para cualquiera, pero en Santiago de Cuba se convirtió en el escenario de un operativo policial que terminó con la detención de dos hombres.
Según la Policía Nacional Revolucionaria (PNR), Leodan y Yunior fueron sorprendidos en el edificio conocido como “18 plantas de Garzón”. Estaban ofreciendo efectivo a quienes aguardaban en la cola, a cambio de transferencias electrónicas con un 15% de interés a su favor.
Las autoridades incautaron más de 250 mil pesos cubanos y varias tarjetas magnéticas que presuntamente usaban para su red de operaciones.
El caso fue divulgado en redes sociales por el perfil oficialista Héroes del Moncada, que calificó la práctica como un abuso contra la población y exhortó a denunciar a quienes “lucran a costa de la necesidad ajena”.
El negocio del efectivo en Cuba
La noticia, sin embargo, destapó una realidad conocida: el “negocio del efectivo” no es un fenómeno aislado. Los comentarios en redes sociales apuntan a que detrás de estos hombres existe toda una cadena de complicidades.
Se habla de empleados bancarios que autorizan extracciones masivas a cambio de comisiones. También se mencionan viajes a La Habana para retirar grandes cantidades de billetes y acuerdos con mipymes que acumulan dinero en efectivo gracias a sus ventas.
En medio de la escasez de billetes, quienes controlan el acceso al efectivo terminan marcando las reglas del juego. Mientras tanto, millones de cubanos dependen de estos mecanismos informales para poder pagar transporte, alimentos o medicamentos.
Bancarización sin respaldo
La detención ocurre en un contexto marcado por la llamada “bancarización” impulsada por el gobierno, que promueve el uso de transferencias y pagos electrónicos. Sin embargo, en la práctica, el efectivo sigue siendo indispensable. Esto se debe a que muchos negocios privados rechazan los pagos electrónicos y porque el sistema bancario carece de liquidez para cubrir la demanda de la población.
El ministro de Economía, Joaquín Alonso Vázquez, reconoció recientemente que solo un 10% de la población concentra el 60% del efectivo que circula fuera de los bancos. Esa concentración, sumada a la falta de confianza en el sistema financiero, explica por qué las redes informales se multiplican.
Entre el rechazo y la justificación
Las reacciones ante el caso se dividen. Un sector de la ciudadanía condena lo sucedido y pide sanciones ejemplares. Otro, en cambio, sostiene que estos hombres llenaban un vacío que el propio Estado creó. “Gracias a ellos tenemos efectivo para comprar lo básico”, escribieron algunos usuarios. Señalan que los bancos no entregan dinero y las mipymes no aceptan transferencias.
El caso de Leodan y Yunior no solo muestra el ingenio para sobrevivir en un sistema colapsado, sino también el fracaso de un modelo económico que empuja a la gente común a depender de redes informales para resolver lo que debería ser un trámite sencillo: sacar dinero de un cajero.