A pesar de los consabidos inconvenientes, y de que hubo gente atrapada en trenes o ascensores, o que perdieron sus pasajes, en sentido general los españoles se lo tomaron muy bien. Durante el apagón se abarrotaron los bares y terrazas exteriores, y muchos aprovecharon para tomar vino, cerveza, conversar, y también para pasear a sus hijos o animales de comapñía, con la confianza de que la situación pronto se resolvería.