Cada vez son más los cubanos que sufren la expulsión de Estados Unidos desde que asumió el Partido Republicano la presidencia del país.
Muchos cubanos enviados desde Estados Unidos hacia México están quedando sin una ruta clara para regularizar su vida. Llegan con pocas pertenencias y sin saber dónde dormir esa misma noche.
La mayoría termina en ciudades del sur mexicano, donde deben resolverlo todo por su cuenta. Allí empiezan a buscar comida, techo y trabajo sin documentos ni permisos.
Llegadas sin estatus y trabajos informales
Los testimonios recogidos en Villahermosa muestran un patrón: Estados Unidos los expulsa, México los recibe, pero nadie les concede un estatus legal que les permita ubicarse con estabilidad. Esa falta de reconocimiento los lleva a cargar cajas en mercados, mover agua en triciclos o vender frutas a cambio de unos pesos.
Varios cubanos dijeron que los liberan de noche tras horas de traslado. Uno contó que salió de un centro migratorio cerca de las once de la noche sin orientación ni un sitio donde quedarse.
En el Mercado Público José María Pino Suárez se concentran muchos de los casos. Allí trabajan “en negro” mientras buscan alternativas para pagar un cuarto o un colchón en un albergue saturado.
La política de deportaciones hacia terceros países
El envío de cubanos a México forma parte de acuerdos que impulsó el gobierno de Donald Trump y USCIS concretamente. Según investigaciones citadas, las autoridades estadounidenses han comenzado a trasladar a ciudadanos de varios países del hemisferio hacia territorio mexicano, aun cuando no sean originarios de allí.
México acepta a estas personas, pero no publica datos desglosados sobre cuántos provienen de terceros países. La única cifra oficial mencionada corresponde a una declaración de julio de la presidenta Claudia Sheinbaum: México habría recibido 6 mil 525 deportados de otras nacionalidades.
Organizaciones de derechos humanos señalan que muchos terminan en Villahermosa, una ciudad con más de 834 mil habitantes y solo un albergue para migrantes, Oasis de Paz del Espíritu Santo Amparito.
Adultos mayores solos y enfermos
Entre los cubanos expulsados hay personas mayores que vivieron décadas en Estados Unidos. Según el reportaje citado, varios llegan con diabetes, hipertensión, problemas de movilidad o asma, pero sin redes de apoyo ni medicamentos.
Uno de ellos, Ángel Insúa, dijo que vivió unos cuarenta y cinco años en Orlando. Contó que perdió la tarjeta verde por una condena antigua y que durante el proceso de deportación lo encadenaron y le retiraron dinero y un anillo.
También aparece el caso de un cubano con ciática, epilepsia y presión alta que aceptó ir a México para evitar un regreso a Cuba. Otro, Fidel Forten-García, de sesenta y seis años, llegó sin teléfono y sin forma rápida de comunicarse con su familia.
Personas sin antecedentes también terminan expulsadas
No todos los expulsados presentan condenas. Uno de los testimonios es el de Yamil, quien perdió su caso de asilo en 2017 y llevaba años reportándose de forma regular. Estaba casado con una ciudadana estadounidense, pero un abogado le explicó que para ajustar estatus debía salir del país y solicitar perdón por el tiempo sin papeles.
Afirmó que lo detuvieron cuando acudió a una cita rutinaria con ICE. Poco después apareció en territorio mexicano, sin recursos y con deudas acumuladas en Estados Unidos.
Hoy intenta vivir con salarios en pesos mientras decide cómo avanzar sin documentos, sin protección y sin una vía clara para regularizarse.
