La imagen de unas mandarinas en un carretillero del centro de La Habana bastó para detener a más de un transeúnte. El asombro y la nostalgia se mezclaron con la realidad de un precio que no todos pueden pagar.
Por primera vez en años, los habaneros pudieron volver a probar cítricos importados, en este caso de Perú, un producto que muchos daban por perdido en la mesa cubana. El diario independiente 14ymedio documentó la escena en un punto cercano al Parque Central, donde se ofrecían las frutas con el sello de la empresa exportadora Inkagold.
Un precio que duele al bolsillo
El vendedor pedía 1.300 pesos cubanos por libra, lo que equivale a casi la mitad de una pensión mensual. Una anciana confesó al medio que llevaba más de cinco años sin ver una mandarina. Su rostro pasó de la ilusión al desencanto cuando escuchó el precio de la mercancía, que incluía también cebollas de California.
Un joven con más posibilidades económicas no dudó en llevarse dos libras. “Esto no me lo pierdo yo, que no me acuerdo cuándo fue la última vez que las vi”, dijo a 14ymedio, mientras explicaba que quería sorprender a su madre con un recuerdo de infancia.
También en Santa Clara
Otra fuente consultada por nuestro medio confirmó que las mandarinas peruanas también se están comercializando en Santa Clara, específicamente en el mercado El Sandino. Allí, como en la capital, el precio se mantiene en torno a los 1.200 pesos la libra, convirtiéndose en un lujo reservado para pocos.
El medio elBoletín señaló el pasado mes de septiembre que estas mismas mandarinas llegaron a venderse a 1.500 pesos la libra, una cifra casi idéntica a la pensión mínima en Cuba, que apenas alcanza los 1.528 pesos. La comparación deja claro el nivel de inaccesibilidad del producto para los jubilados.
Producción nacional en caída libre
El contraste es evidente: mientras la producción agrícola cubana se hunde, los productos importados aparecen cada vez con más frecuencia en las tarimas y carretillas. Los cítricos, que en décadas pasadas fueron símbolo de abundancia y parte de la propaganda oficial, hoy son un lujo difícil de costear.
Plagas, huracanes, falta de mercados internacionales y la ineficiencia de la gestión estatal han dejado atrás la imagen de una Cuba exportadora de naranjas y limones. Ahora, el país importa lo que antes producía en exceso.
Un sabor que remueve recuerdos
Las mandarinas peruanas que llegaron a Cuba son de la variedad Murcott, también conocidas como Mandarina Gold. Su pulpa jugosa y dulce, con pocas semillas y piel fácil de pelar, despertó emociones en quienes pudieron comprarlas.
La paradoja cubana
Que un país tropical tenga que importar cítricos para que sus ciudadanos puedan probarlos parece un mal chiste. Cuba, alguna vez asociada a la abundancia de frutas frescas, hoy sorprende a sus habitantes con mandarinas que viajan miles de kilómetros antes de aterrizar en un carretillero de La Habana o en el mercado de Santa Clara.
La postal turística de playas, mojitos y naranjas a la orilla del mar se ha ido borrando. En su lugar queda una escena mucho más dura: la de ciudadanos que miran, se acercan, suspiran… y muchos siguen de largo porque pagar 1.300 pesos por una libra de mandarinas no está al alcance de su bolsillo.