Hace algunos años el gobierno cubano mandó a construir en casi todas las provincias del país las llamadas Casas de la Miel, unos establecimientos que se dedicarían a comercializar este producto de alta demanda entre la población y que se produce mayormente bajo la marca Apizun.

Sin embargo, desde hace meses ya no venden miel en las susodichas “casas” a pesar de que las entidades encargadas de fabricarla muestran “indicadores positivos”.

Un reporte publicado en el semanario de Cienfuegos, “5 de septiembre” da cuentas de que el establecimiento de esta provincia solo expende talco para pies, talco perfumado, jarabe de orégano, melito de orégano y crema suavizante para pies y manos.

“Y de miel, nada”, confirma el texto del reportaje. “Cuando llega, como hace pocos días que entraron y se acabaron potes de mil 300 gramos a 145 pesos, la permanencia es efímera. De forma rauda, también es pertinente consignarlo, es vendida en los portales de las casas o en Revolico”.

TALCO PARA PIES EN CASA DE MIELES EN CUBA

De acuerdo con el periodista que suscribe el artículo, hace pocos meses los propios directivos de la Unidad Empresarial de Base (UEB) Apícola en Cienfuegos aseguraron al medio haber cosechado grandes volúmenes de miel en el territorio. También dijeron que habían cumplido los planes con casi 630 toneladas y un rendimiento superior a los 60 kilogramos por colmena que rebasa el promedio del país.

“Entonces, ¿cómo se explica que logremos una producción mayúscula y la venta sea ahora invisible?”, se cuestiona el reportero y asegura que muchas personas se acercan diariamente a la “Casa de la Miel” en busca del producto pero que siempre se van con las manos vacías.

“Miel hay suficiente para abastecer a Cienfuegos completo”, había dicho al medio un especialista de la empresa productora, aunque precisó que tienen problemas con transportación, específicamente debido a la escasa disponibilidad de combustible.

Ante la situación, el reportaje finaliza cuestionando que no se busquen soluciones inmediatas: “De conformarnos o resistirnos al cambio, seguiremos asistiendo a la condena de estas crisis reiteradas que, a la larga, no solo se traducen en la distorsión de un establecimiento pensado para vender miel y que hoy expende talco y crema, sino ―y todavía más preocupante— en el desestímulo de los apicultores”.