Largas filas y decepción durante la reapertura del Coppelia de La Habana, las ofertas no satisfacen las expectativas.
Hoy, tras varias semanas de cierre, el famoso Coppelia de La Habana abrió sus puertas nuevamente, atrayendo a multitudes de cubanos ansiosos por disfrutar de sus deliciosos postres. Sin embargo, la expectativa de volver a experimentar la icónica «catedral del helado» se vio empañada por la decepción de los clientes, quienes se quejan de la lentitud del servicio y la falta de calidad en la oferta gastronómica, tal y como reseña el portal 14yMedio.
Aunque se anunció la disponibilidad de helado, los problemas persisten. Una trabajadora en la entrada advirtió: «Hay helado, pero no hay dulces». Las negativas por parte del personal, ya habituales, han generado comentarios irónicos entre los clientes, quienes consideran que lo único que ha vuelto a la normalidad son las extensas colas.
Entre las causas de la insatisfacción está la desmotivación del personal, según especulan algunos clientes. «Con tantos días sin trabajar, es lógico que ni se acuerden», comentó en voz alta una anciana, aparentemente indiferente a la posibilidad de ser escuchada por el personal.
En cuanto al nuevo helado Palmero, de mayor calidad, los que logran acceder al Coppelia descubren que para degustarlo deben asegurarse un asiento en el exclusivo salón 4 Joyas del recinto, lo cual ha generado molestias adicionales.
En el área común, las opciones son limitadas y las quejas abundan. «Te dicen ensalada mixta, pero no puedes escoger los sabores», se quejaba un cliente al recibir, como todos los demás comensales, una inflexible «canoa» de chocolate y vainilla. En cuanto a los dulces, complemento ideal para el helado, la situación es desalentadora: «No los trajeron hoy, habrá que ver mañana», pronostica una camarera sin demasiado optimismo.
Bolas diezmadas
La habilidad del personal para reducir la cantidad de helado por cabeza no pasa desapercibida. «Bolas justas, chiquitas y capadas», se asombraba un anciano, sugiriendo que al final del día, habrá más para el personal. Otro cliente opinaba: «Más para ellos cuando acabe el día».
Al mediodía, los estudiantes de las escuelas cercanas se percatan de que la «catedral» está abierta. La avalancha es inevitable y la cola se triplica en cuestión de minutos. Las terminales de pago electrónico, requisito impuesto por la creciente bancarización, funcionan con lentitud, y el precio lo pagan los clientes, cuyo movimiento se ralentiza. Y, cuando finalmente el dulce llega a la boca, hasta la lengua puede reconocer la mediocridad: «Lo mismo de siempre, ni bueno ni malo. Pero hay que matar el hambre», reseña 14yMedio.
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hola,hasta cuando tenemos que seguir leyendo los desaciertos de una institución tradicional como Coppelia,hasta cuando soportar que las bolas no tengan el gramaje,que los sabores preferidos desaparezcan como por arte de magia,que el servicio sea pésimo?porque no la transforman de estatal a una nueva forma de gestión empresarial a ver que pasa,tengo 57 años y llevo 30 años leyendo lo mismo.